Luis Aburto,
artista callejero:
“Creo que
el arte que se aprende en la calle y en conexión con la gente, es mucho más
valioso”
“Yo tenía 9
años la primera vez que intenté hacer malabarismo, recuerdo que en esa época
recién se estaba popularizando el arte callejero como una disciplina y no un
simple hobby. En ese momento, me acuerdo que estaba con mi papá cruzando la
calle y en el semáforo estaba un flaco equilibrándose sobre una pelota y
haciendo malabares con clavas, que en ese momento no sabía lo que eran, al
mismo tiempo, yo quedé asombrado. Incluso hice que mi papá se detuviera y nos
quedamos mirando todo el show, con la boca abierta, como cabro chico que
descubre algo nuevo, sentí que se había presentado un mundo frente a mis ojos y
quería vivir en él”
Ese fue el
primer acercamiento que Lucho Aburto –para los amigos- tuvo al arte callejero,
desde entonces nunca se ha aleado de él, ya son 13 años dedicándose a lo que
ama y por lo que se ha perfeccionado con el paso del tiempo, formando parte de
grupos como Malabicirco, el “Colectivo de Malabarismo y Artes Callejedas,
Clavalpo” y dedicándose por unos años en el arte circense, donde desarrolló sus
habilidades con mayor precisión y disciplina.
Sus inicios se
enmarcan en el 2001, mientras todos comenzaban a articular sus mejores pasos de
“axé” con el programa juvenil Mekano, Lucho prefirió enfocarse en otras cosas
practicando el malabarismo, en un principio. Aunque costó bastante coordinar
las manos, como señala él, al poco tiempo logró desarrollar habilidades
notables, así que comenzó a buscar otras formas y actividades para seguir
creciendo como un puberto artista callejero. Practicó el diábolo, la rutina del
“tacto” con burbujas (pelota transparente que se pasan por los brazos, cabeza y
cuello creando una ilusión de que la pelota se mueve sola y hasta levita). Pero
esto no fue todo, el esplendor de la época callejera de Lucho se produjo cuando
entró a estudiar al liceo “Eduardo de la Barra”, donde apenas tuvo la
oportunidad de formar un taller de malabarismo la hizo. Si bien el taller en un
principio comenzó desarrollando técnicas bastante básicas y de formación
inicial para esta actividad de expresión artística, luego de un año, con el
equipo de “Malabarrismo” –como se llamaba el grupo liceano- lograron
implementar, las especialidades de tela, en un principio, el elástico
(actividad en la que una persona hace equilibrio sobre un elástico extendido a
un metro de altura sobre el suelo) hasta trapecio, dispuesto en el gimnasio del
liceo.
“Esos fueron
años dorados, por un lado había muchas cosas que aprender, no digo que ahora lo
sepa todo, pero en ese momento de verdad sabía muy poco. Y ese taller fue como
un nuevo despertar, una nueva entrada a cosas más complicadas pero fascinantes,
comencé a adentrarme en lo que se trataba el arte circense y no me saqué de la
cabeza la idea de formar, por lo menos una vez en la vida, parte de un circo”
Por otro lado,
también se potenció como gestor cultural, organizando juntas de artistas
callejeros en el Centro Cultural Ex Cárcel, donde participaban integrantes de
circos que se encontraban en la quinta región, y que sirvieron de apoyo técnico
y testimonial. En dichas reuniones, además de prestar una colaboración práctica
desarrollando talleres de enseñanza de ciertas prácticas como tela y
malabarismo específicamente, también realizaban charlas donde se discutía la
importancia del desarrollo del arte callejero como disciplina reconocida, los
valores de este, que apuntan a un relación de la expresión artística llevada a
la calle y a todas partes y por sobre todo, realzar la valorización de un arte
alejado de la academia con referentes que aman y se relacionan de otra forma
con lo que desarrollan, donde el público y el hecho de complacer a este es
esencial.
A su vez,
también ha sido colaborados en varios grupos de batucadas de la región
incorporando el malabarismo y actos circenses dentro de los shows, con las
murgas en San Antonio, en Los Mil Tambores en Valparaíso, en el Encuentro de
Malabaristas y Artistas Circenses que se realiza en Santiago. Buscar todos los
escenarios y ambientes posibles para mostrar y compartir con otros el arte que
tanto le gusta, es el objetivo de Lucho.
Luego de salir
de 4º medio, prefirió dedicarse a lo que más le brindaba felicidad, y con lo
que se sentía más útil. Así que, para no molestar a sus padres hizo sus maletas
y se emprendió a recorrer Chile con el grupo “Malabacirco” donde estuvo por más
de dos años y en el que aprendió la importancia de relación del arte callejero
y la comunicación con la gente. Que parece bastante obvia, pero tiene un
sentido mucho más profundo.
“Cuando entré
a trabajar con los chiquillos, me recibieron y trataron súper bien desde un
principio, el Wladi me enseñó mucho sobre la importancia de integrar a la gente
a los shows, de interactuar con ellos, que sintiera que aquello que estaba
haciendo realmente generaba algo en alguien, aunque fuera una persona, que se
riera con el show, que quedara pegado, que se asombrará con alguna maniobra.
Eso es lo que finalmente, al terminar el día, te deja con el pecho inflado y
con la sensación de que estás haciendo algo que realmente sirve, aunque sea
para que la gente se distraiga un poco, es bonito. No hay nada más bonito que
ver a los niños asombrados saltando como locos. Después del terremoto, nosotros
fuimos a Dichato, el ambiente era desconsolador y la gente de verdad necesitaba
un poquito de cariño, esa cosa cercana que se genera. Ese fue uno de los
momentos más significativos que pasé con Malabicirco”
Luego de estar
por dos años en el grupo, Lucho tuvo que abandonarlo por motivos de fuerza
mayor. Volvió a su casa en Viña del Mar y con ello la idea que volvería a la
rutina le pulverizaba la cabeza, pero para su suerte, recibió la visita de unos
artistas circenses con los que había trabajado en la Ex Cárcel. La posibilidad
de ser parte de un circo era una realidad, no lo pensó dos veces y tomó sus
maletas que apenas alcanzó a desarmar, para embarcarse otra vez en la aventura.
“El año que
pasé en el circo fue lo máximo, me especialicé el trapecio. Teníamos funciones
cada noche durante la temporada de primavera-verano. El ambiente que se genera
en el circo es muy bonito, todo es como mágico, brillante, las luces, las
acróbatas, los payasos, todo genera un clima especial que resulta en una atmósfera
donde todo es agradable”.
Lamentablemente
su estadía duró menos de lo que le hubiese gustado a Lucho, por problemas con
algunos integrantes del lugar que criticaban a los artistas sin formación
circense desde la cuna. Es por eso, que nuestro protagonista decidió no dar el
nombre del circo y sólo referirse a los recuerdos valiosos que guarda de esa
experiencia. En la actualidad, Lucho está formando parte de varios grupos en
los que se desempeña como colaborador y formador de artistas callejeros, sin
embargo, no se cierra a la posibilidad de aventurarse de nuevo y salir a
recorrer Chile o quizás el mundo, quién sabe.
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Los Mil Tambores 2013 |
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Festival Los Mil Tambores 2012 |