lunes, 14 de octubre de 2013

Selk'nam: Mucho más que una simple etnia

Hace ya más de 35 años que murió Angela Loij, la última representante del pueblo Selk’nam, y con ella, se desvanecieron también los últimos vestigios de una de la culturas más representativas de Tierra del Fuego, en el extremo más austral de nuestro continente.
Selk’nam, también conocidos como onas, fueron un pueblo aborigen que habitó la zona norte de  Tierra del Fuego hasta la llegada masiva del hombre extranjero a sus tierras, a finales del siglo XIX, cuando inició lo que hoy conoce  como el “Genocidio Selk’nam”. Época en la que los colonizadores europeos no sólo abusaron de las tierras en las que vivía este pueblo, sino que también fueron objeto de toda clase de torturas y vejámenes, siendo víctimas también del fenómeno al que se denominó como “zoológicos de humanos” (episodio que varios siglos más tarde serviría de inspiración para que una compañía de teatro nacional levantara una obra de teatro de gran calidad). Los colonizadores no tardaron más de 20 años en reducir el número de indígenas a tan sólo unos 600 para finales del 1800. Hoy, casi dos siglos después, sólo quedan alrededor de 700 descendientes de esta etnia, ninguno como Angela Loij o Lola Kiepja, las últimas representantes nativas del pueblo selk’nam de las que se tiene registro.
Hoy en día los onas son conocidos no solo  por este terrible episodio en la historia de nuestro continente, sino porque su cultura logró un gran desarrollo espiritual, contaban con diversos mitos que explicaban el origen de todas las cosas y de la mano con este desarrollo espiritual va también el desarrollo artístico y quizás una de las cosas por las que más se recuerda  y habla hasta el día de hoy de los selk’nam: La pintura corporal.
Si bien la pintura corporal era algo que formaba parte de su vestimenta normal, generalmente  estos fueguinos cubrían sus cuerpos con pieles de animales debido al crudo clima de su ubicación geográfica, cubriendo así, la mayor parte del tiempo, sus adornos corporales. Las pinturas, además de tener una finalidad práctica también cumplían las veces de adorno estético, pues a través de estas se podían expresar estados de ánimos, entre otras cosas. Las pinturas, que eran obtenidas con arcilla o carbón mezcladas con grasa animal, tomaban una gran importancia a la hora de celebrar ceremonias de carácter “religioso” específicamente en el ritual del Hain.
El Hain era un ritual por el que debían pasar todos los niños de entre 14 a 16 años, en el cual, después de un periodo de algunos meses en los que el joven era sometido a múltiples y agotadoras pruebas, se convertía en un hombre maduro. El Hain en sí era una especia de choza en donde se llevaba a cabo el ritual. Durante esta ceremonia, los hombres onas se disfrazaban para representar diferentes espíritus que atormentaban no sólo a los klóketen (nombre que recibían los jóvenes que estaban dentro del Hain) durante esta iniciación, sino también para atormentar a las mujeres  y así perpetrar el poder de los hombres selk’nam dentro la sociedad.
Hombres selk'nam personificando a diferentes espíritus
durante la ceremonia del Hain
Los selk’nam se pintaban el cuerpo de diversos colores, aunque estos generalmente  fluctuaban entre el rojo, blanco,  negro y en ocasiones el amarillo oscuro. Los motivos que estampaban en su cuerpo variaba dependiendo de qué deseaban personificar. Por ejemplo, el color rojo se atribuía a espíritus que pertenecían al cielo oeste. El negro al norte y el sur, el blanco. Los motivos generalmente eran lineales o circulares, pero sólo cuando estos no eran lineales eran aplicados con las manos, las máscaras para personificar a los espíritus también se decoraban con estas pinturas. Esta expresión de pintura corporal ha sido considerada, además de la expresión artística más antigua del extremo austral, como un ejemplo verdadero del body art.

Su influencia en el arte moderno
Es precisamente esta ceremonia, además de lo ocurrido con los zoológicos humanos en 1891,  lo que inspiró a la compañía teatral chilena “La Patogallina”bajo la dirección de Martín Erazo, -quién también es director de la compañía- a crear la obra teatral “El extranjero: El Último Hain”*, obra que cuenta la experiencia de un joven klóketen que es capturado junto a un grupo de hombres  y mujeres selk’nam para ser llevados a Europa con la finalidad ser exhibidos como parte de los zoológicos humanos a fines del siglo XIX. La obra, que cuenta musicalización en vivo rescata, además de la ceremonia del Hain, otra expresión artística que era de mucha importancia para este pueblo: los cantos propios de esta cultura.
Porque si bien la pintura corporal era parte importante de la cultura selk’nam, los onas también tenían diferentes cantos para diferentes momentos del día, o diferentes rituales religiosos. Por ejemplo, era común que día tras día –durante el tiempo que durase el Hain- las madres de los jóvenes klóketen se reunieran fuera de sus viviendas a cantar lo que se conocía como “huíchula”, canto con el que se creía se llamaba el amanecer de un nuevo día. Así, los onas tenían cánticos para por ejemplo, prevenir las lluvias o la nieve o para tejer o maquillarse, o también para "invocar" a las ballenas cuando había periodos de escasez. En la ceremonia del Hain, cada espíritu representado por los hombres tenía también su canto propio. La música era una parte muy importante de la cultura ona y estaba centrada principalmente en la voz aunque también utilizaban algunos rústicos instrumentos musicales, hechos de hueso de ave o palos con cuero enrollado. 
Lola Kiepja, una de últimas representantes del pueblo
selk'nam
Durante su visita en Tierra del Fuego en 1964, la antropóloga estadounidense Anne Chapman, -quién escribió sobre los onas a partir de su experiencia con Angela Loij y Lola Kiepja-, documentó los cantos  de Lola en un grabador magnetofónico y muchos de esos registros fueron publicados, años más tarde en dos discos que fueron producidos por el Museo del Hombre de París, bajo el título “Cantos selk’nam de Tierra del Fuego. Estos registros fueron los que sirvieron de inspiración para Francisco Baquedano**, estudiante universitario y dj aficionado para crear mezclas de música electrónica con cantos típicos onas: “La motivación principal que tuve a la hora de crear el tema es la integración y re-valoración de las culturas aborígenes y específicamente de los selk’nam ya que siempre me han llamado la atención, de alguna manera siento que a través de esta música también se puede contribuir a la recuperación de la memoria histórica fusionándola con sonidos más actuales.”
A fin de cuentas, puede la brutalidad del hombre europeo haya exterminado con todo lo que alguna vez construyo este pueblo tan lleno de expresiones de artes, pero sin duda alguna que gracias a personas como Francisco, o compañías de teatro como La Patogallina, sus influencias estarán presentes durante un largo tiempo en la sociedad.

*Sinopsis "El extranjero: El Último Hain"

**Soundcloud de Francisco Baquedano <madtrip>, donde podrán revisar su trabajo musical

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